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Carlín, La República 24/4

Gracias Alan (II)

Publicado: 2011-04-24

Publicado en Diario 16 24/4/2011

Hace dos semanas le decía, Presidente, que en América Latina se considera estadistas democráticos a aquellos líderes que redujeron enormes brechas en su sociedad. Le anunciaba que en mi opinión usted quedó lejos de ser uno de estos líderes. La razón para su segundo fracaso es que no enfrentó el quiebre social y territorial que mostró la elección del 2006.

Los resultados de dicha elección contenían un mensaje político muy claro. La derecha optimista ganó en Lima y poco más, los disconformes arrasaron donde la economía se percibía injusta o insuficiente, y usted quedó atrapado al centro. Su discurso reformista le permitió ganar en segunda vuelta, pero por muy poco. Para fortalecer la democracia, entonces, usted debía gobernar al centro, convenciendo a los disconformes y moderando a los optimistas.

Tremendo reto. Implicaba hacer política de ligas mayores: viajar a zonas electoralmente hostiles, corregir la frivolidad del gobierno anterior, convencer a las élites que lo que pierden en impuestos lo ganan en estabilidad, hacer más eficiente al Estado, restringir la voracidad de su partido. Todo en cinco años. Difícil, sin duda, pero tenía abundantes recursos para intentarlo.

Lo triste es que ni siquiera lo intentó. Prefirió la comodidad de gobernar para los perdedores de la primera vuelta del 2006. Con el fanatismo de los conversos, se rodeó de esa derecha que celebra su Perro del Hortelano y explica toda protesta por alguna patología de los disconformes. Tampoco fortaleció al Estado ni controló a su partido. Prefirió el aplauso del CADE, las cifras de IDICE y la conspiración menuda, creyendo que con el piloto automático económico bastaba.

Hoy los resultados electorales y los niveles de legitimidad muestran que las brechas siguen allí. Pero además el centro político, ese espacio que ayuda a estabilizar las democracias y que usted debía cimentar, ha sido derrotado. De haber construido un sentido común centrista nuestro siguiente gobernante tendría más correas. Incluso una segunda vuelta con estos candidatos generaría menos sobresaltos.

De pronto exagero. Me dirán que la estabilidad macroeconómica no es poca cosa. O que su política internacional y otros logros son positivos. O si lo elegimos como mal menor, ¿por qué molestarse si gobernó como tal? Porque lo que estaba en juego demandaba mucho más. Porque usted sabe que a la historia no se entra por ganar elecciones, sean dos o tres. Se entra gobernando bien, y usted tenía todo para hacerlo. Tal vez no sorprenda, pero créame que indigna.


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Hijos de un Dios menor

Un blog de Eduardo Dargent